En el mundo hay misterianos y cientistas. Los misterianos
aseguran que, aunque los investigadores descifran casi todo, siempre habrá
enigmas eternos, sobre todo en el territorio de la consciencia, que excederán
la capacidad de sus mentes. Sus contradictores, los cientistas, sostienen que
el poder de la inteligencia carece de barreras y que, con el tiempo, todos los
fenómenos de la naturaleza serán explicados.
La materia oscura, una sustancia hipotética concebida por
los astrónomos para intentar darle sentido a atracciones gravitatorias ejercidas
por ‘masas fantasmas’, sirve de ejemplo para ambas corrientes. Si la materia
oscura, así sea transparente, tiene ancho, largo y profundidad, como cualquier
cuerpo tangible, con certeza la vamos a entender algún día. Por el contrario, si
la rara sustancia se mueve en dimensiones por encima de la tercera, dudo que
lleguemos a comprenderla.
La materia oscura, llamada así porque no genera, absorbe o
refleja luz y, por lo tanto, es invisible, tiene al mundo científico re-loco;
de ella solo se conocen dos peculiaridades. La primera es su presencia por todo
el cosmos, manifestada en la fuerza gravitacional que ejerce sobre el
vecindario. Sin esa atracción, sostienen los astrofísicos, y como consecuencia
de la altísima velocidad rotatoria de las porciones exteriores de numerosas
galaxias, los cuerpos siderales en tales porciones se saldrían de órbita y
armarían un despelote cósmico mayor.
La segunda característica es su magnitud formidable.
Según el último censo del universo, la materia ‘clara’ captable por los
telescopios es apenas una sexta parte del gran total, como quien dice, la mayor
parte de las masas cósmicas se encuentran ocultas. (Imagínese en una fiesta de
seis personas donde usted, el único visible, no puede ver a los otros cinco).
A pesar de haber sido descubierta (aunque no ‘destapada’)
hace ya ochenta años, los académicos desconocen la naturaleza de la materia
oscura. En medio de la confusión, algunos científicos están insinuando la
posibilidad de que la tal sustancia exista en las dimensiones cuarta, quinta y
sexta (en las cuales se hallarían las otras cinco personas de la fiesta con las
que usted no puede bailar).
Joseph Silk y varios colegas de la Universidad de Oxford,
Inglaterra, sugirieron desde hace una década que las hipotéticas dimensiones
adicionales pueden inferirse del extraño comportamiento de la materia oscura.
(Si en las tres dimensiones de mi apartamento hay olor a comida sin estar yo
cocinando, los aromas tienen que provenir de un cubículo en ‘otra dimensión’
habitacional). Recientemente, ya en el 2013, escribe Mark Prigg en la revista
‘New Scientist’: “¿Esconde la materia oscura un universo paralelo? Numerosos
investigadores creen que la misteriosa entidad bien podría contener su propio
mundo alterno”. La posibilidad de universos múltiples y dimensiones
sobrepuestas parece pues estar entrando en la cabeza de muchos físicos.
Mi carácter cientista me dice que la evolución diseñó el
cerebro humano para la supervivencia individual y de la especie, no para que
explicara el universo. Nuestro computador neuronal solo distingue las tres
dimensiones que nuestros remotos antepasados necesitaron para subsistir. Las
dimensiones extras pueden ser matemáticamente elegantes pero nuestra retina no
logra discernirlas; si en verdad existen, los lejanos ancestros jamás las
necesitaron para flechar al ciervo que se iban a merendar.
Las hipótesis sobre mundos paralelos no son verificables
con experimentos desde laboratorios terrenales.
La materia oscura le está ofreciendo un nuevo aire a las
súper-hipotéticas teorías de las cuerdas, las abanderadas de los eventos más
allá de la 3D. Creo que jamás haremos contacto con la 4D o con otras
dimensiones superiores. Mi cerebro tridimensional puede por tanto dormir
tranquilo y soñar, si le place, con habitantes de mundos alternos.
Los universos paralelos serán por siempre enigmas impenetrables
(aquí soy misteriano). Por otro lado, estoy seguro que, si la materia oscura existe
en nuestras tres dimensiones, los científicos sí descifrarán su naturaleza
algún día (retorno a ‘cientista’). Cuando los sabios lleguen al meollo del
asunto, y de eso también tengo certeza, las explicaciones del misterio serán
tan complejas que solo una selecta minoría erudita logrará asimilarlas.
Para el resto de los mortales, la materia oscura, cuyo esclarecimiento
ganará un Nobel, seguirá siendo un ente invisible en el que creeremos por un
acto de fe en los genios astrofísicos. Lo único que sí nos será evidente será
la noticia de la adjudicación del premio y la foto del rey de Suecia
entregándolo.
Gustavo
Estrada
Atlanta, abril 20, 2014
www.harmonypresent.com
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