Sunday, September 1, 2013

¿Hasta dónde progresarán los súper-computadores?

Me resisto a aceptar que los humanos pronto construiremos máquinas similares o, menos aún, superiores a nosotros -máquinas que piensen, comprendan, resuelvan problemas, tengan consciencia, , experimenten placer y dolor, y sientan emociones. No obstante, en el territorio de la fisiología la ciencia-ficción tiene hoy mucho más de ‘ciencia’ disciplinada que de ‘ficción’ utópica. Muchos futurólogos son bien agresivos en sus predicciones y unos cuantos sostienen que los computadores no solo nos dejarán atrás sino que nos dominarán. El inventor Ray Kurzweil pronostica que los humanos estaremos produciendo robots conscientes hacia el año 2030 y que para el 2046 los computadores nos habrán superado. Espero que no.

Comúnmente los diseñadores de software y hardware han programado sus sistemas de cómputo ciñéndose a las reglas del pensamiento lógico, organizadas estas por cerebros idénticos a los de los diseñadores. En otras palabras, los actuales sistemas computarizados funcionan de la misma manera que lógica corriente (aunque más rápido), imitando nuestra facultad de razonamiento, uno de los cualidades cumbre del Homo sapiens.

Ahora unos visionarios, que se auto-denominan ‘ingenieros neuromórficos’, se han trazado como objetivo el diseño de computadores que operen, no cómo una de las cualidades del cerebro (esto es, no como las reglas de la lógica), sino como el dueño de esa cualidad (esto es, como el cerebro mismo).  En vez de imitar sus propiedades, los ingenieros neuromórficos esperan construir aparatos que sean ‘cerebros’.

Según Karlheinz Meier, físico de la Universidad de Heidelberg y uno de los líderes de la nueva ingeniería, para alcanzar el ambicioso objetivo las revolucionarias máquinas deben, como mínimo, tener tres características que nuestro cerebro sí tiene pero los computadores actuales no: (1) Bajo consumo de energía, (2) tolerancia a y autocorrección de fallas, y (3) capacidad de auto-aprendizaje. Mientras nuestro cerebro consume solo veinte vatios cualquier súper-computador gasta megavatios. Mientras que un transistor estropeado puede paralizar un equipo, las neuronas se reparan ellas mismas y, en algunos casos, el sistema nervioso puede reemplazar las que sucumben. Mientras que a los computadores hay que enseñarles a aprender, el cerebro posee esa capacidad innata.

Hay presupuestos grandes y proyectos ambiciosos para la ingeniería neuromórfica. Ciertamente ocurrirán desarrollos extraordinarios tanto en robótica, en general, como en los sistemas especializados de apoyo a las funciones fisiológicas (visión, audición, movilidad…) Los anuncios continuos de portentosos equipos y programas no pararán de sorprendernos.

La lista del doctor Meier, sin embargo, me parece incompleta. Es obvio que la velocidad de proceso y la capacidad de almacenamiento de datos de nuestros cerebros no podrán competir con las de las súper-máquinas. Pero no son las matemáticas ni la física (que tanto disfruté de estudiante) los dominios que nos hacen humanos. Dudo que de aquí al 2046 haya equipos que simulen nuestra sensibilidad al placer y al dolor, o las emociones y los sentimientos que de ellas resultan.

Y mejor que así no ocurra. Los sentimientos incluyen, por igual, tanto amores y odios como altruismos y ambiciones. Quienes vieron “2001: Odisea Del espacio”, la película de 1968 del productor Stanley Kubrick y del novelista Arthur C. Clarke, quizás recuerden que HAL, el computador que allí ‘actúa’, tiene emociones, se rebela contra la tripulación de la nave y asesina a uno de los viajeros. Algunos futurólogos consideran que, como HAL, los robots trataran de dominarnos una vez nos superen, esto es, que tendrán ‘intensificados’ nuestros odios y ambiciones, defectos estos que entre los humanos actuales parecen superar a nuestros amores y altruismos. 

HAL no se materializó en el 2001 y confío que las súper-máquinas del 2046 no se enamorarán ni saltarán de alegría cuando ‘su equipo de fútbol’ haga goles. (¿Podrán tener equipo favorito?) Y, si alguien les rompe de un golpe cuatro circuitos integrados, no gritarán “Ay hijuep…” (A menos que las hayan programado para actuar y el golpe no las haya noqueado.) Y, si no son capaces de hacer esto, mucho menos querrán adueñarse de la Tierra.
 
Gustavo Estrada

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