La atención total es la observación continuada e
imparcial de nuestro cuerpo, nuestras sensaciones y nuestros estados mentales. La
atención total, según el Buda, es el camino que conduce a la eliminación del
sufrimiento y, por ende, al surgimiento de la armonía interior. Aunque la
psicóloga Eleanor Longden, una investigadora de la Universidad de Leeds,
Inglaterra, desconoce las enseñanzas del Buda (o, al menos, no las menciona),
la observación cuidadosa de sus sensaciones auditivas y de sus estados mentales
la ayudó a salir del infierno de las voces imaginarias que la atormentaron por varios
años.
Fue un día cualquiera cuando Eleanor, saliendo de una
clase universitaria, escuchó por primera vez una voz firme y calmada que, sin venir
de ninguna parte, exclamó: “Ella está saliendo del edificio”. La aterrorizada joven
corrió a casa y, cuando llegó, escuchó la voz de nuevo: “Ella está abriendo la
puerta”. El drama, que pronto incluyó todo un repertorio de frases, ‘locutores’,
visiones, doctores, siquiatras, hospitalizaciones, medicación y el estigma social
de la esquizofrenia, duró más de un lustro.
Gracias al apoyo continuado de unas cuantas
personas y, en particular, al de un médico muy ecuánime, Eleanor comenzó a
entender que las voces ‘imaginarias’ eran resultantes de eventos traumáticos en
su vida y generadoras de guías sutiles que le permitirían penetrar en sus problemas
emocionales. La comprensión de que las voces mismas facilitarían su sanación la
llevó a la atención cuidadosa de las señales que esas voces y sus ‘estados
mentales’ le estaban comunicando.
Diez años después del primer mensaje
‘fantasmagórico’, Eleanor obtuvo un grado con honores en psicología, seguido
por una maestría, también laureada. Ahora, cuando aún escucha las voces (reaccionando
eso sí de manera diferente), la psicóloga está completando un doctorado en
Leeds.
Hasta hace poco la ciencia médica atribuía las
alucinaciones a factores genéticos desconocidos que ‘condenaban’ a sus víctimas
a la esquizofrenia o que las predisponían hacia semejante agravio. Esto está
cambiando. Según la psicóloga Longden, ahora activista de un movimiento que
promueve la aceptación natural de las ruidosas voces interiores, “una
proporción alta de los millones de personas diagnosticadas con esquizofrenia no
sufren de desbalances neuroquímicos o de errores genéticos sino que sus
desvaríos se originan en abusos, frustraciones mayores, rechazos sociales u
otras situaciones traumáticas”.
La ocurrencia de visiones fantasiosas es mucho más
común de lo reconocido. Nuestro cerebro tiene el diseño neuronal para generar
tales experiencias y por ello soñamos con tanta claridad. Quizás los amigos
imaginarios de los niños son mas ‘reales’ de lo que los adultos creemos. Igualmente,
esta ‘anomalía natural’ bien podría ser la explicación neurológica de las ‘misteriosas’
apariciones de vírgenes, profetas, ángeles y fantasmas. Pronto lo sabremos.
Volviendo a la esquizofrenia misma, aún en los
casos extremos como el del notable doctor John F. Nash, es en la aceptación de
la ‘irrealidad’ de las visiones -¡qué paradoja!- donde radica el comienzo de la
sanación. (¿Recuerdan la película “Mente brillante”?) Los dramáticos desvaríos del
Nobel de Economía 1994 solo se le volvieron manejables cuando, como lo manifestó
en una entrevista, “aceptó las voces de una forma más compasiva, no como
síntomas sino como adaptaciones y estrategias de supervivencia –reacciones
sanas a circunstancias insanas”.
“La sociedad
tiene un largo camino por recorrer antes de sacudir completamente los estigmas
asociados con la esquizofrenia”, dice la futura doctora Longden. “Un punto de
arranque es preguntar no ‘¿qué anda mal en usted?’ sino más bien ‘¿qué le ha
sucedido?’” Y concluye que “tratar las ‘voces’ como síntomas, y no como
experiencias, solo puede empeorar la condición.”
Solo cada persona -el individuo mismo y no su
analista- puede observar y sacar conclusiones confiables de lo que le sucede. El
papel del profesional es ayudar, no juzgar. Las comunicaciones paciente-terapeuta
siempre serán imprecisas. El ‘experto’ compara los datos recolectados con sus manuales
de diagnóstico para extrapolar unos síntomas cuestionables hacia un dictamen que
el afectado tiende a considerar definitivo. Su sufrimiento, ya intenso, se torna
más grave y la entereza para contemplar imparcialmente sus estados mentales, no
siempre presente, se hace más esquiva… Justamente cuando el afligido más la
necesita. Gustavo Estrada
Autor de ‘Inner Harmonythrough Mindfulness Meditation’
gustrada1@gmail.com
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