Saturday, August 17, 2013

Atención total y voces imaginarias


La atención total es la observación continuada e imparcial de nuestro cuerpo, nuestras sensaciones y nuestros estados mentales. La atención total, según el Buda, es el camino que conduce a la eliminación del sufrimiento y, por ende, al surgimiento de la armonía interior. Aunque la psicóloga Eleanor Longden, una investigadora de la Universidad de Leeds, Inglaterra, desconoce las enseñanzas del Buda (o, al menos, no las menciona), la observación cuidadosa de sus sensaciones auditivas y de sus estados mentales la ayudó a salir del infierno de las voces imaginarias que la atormentaron por varios años.

Fue un día cualquiera cuando Eleanor, saliendo de una clase universitaria, escuchó por primera vez una voz firme y calmada que, sin venir de ninguna parte, exclamó: “Ella está saliendo del edificio”. La aterrorizada joven corrió a casa y, cuando llegó, escuchó la voz de nuevo: “Ella está abriendo la puerta”. El drama, que pronto incluyó todo un repertorio de frases, ‘locutores’, visiones, doctores, siquiatras, hospitalizaciones, medicación y el estigma social de la esquizofrenia, duró más de un lustro.

Gracias al apoyo continuado de unas cuantas personas y, en particular, al de un médico muy ecuánime, Eleanor comenzó a entender que las voces ‘imaginarias’ eran resultantes de eventos traumáticos en su vida y generadoras de guías sutiles que le permitirían penetrar en sus problemas emocionales. La comprensión de que las voces mismas facilitarían su sanación la llevó a la atención cuidadosa de las señales que esas voces y sus ‘estados mentales’ le estaban comunicando.

Diez años después del primer mensaje ‘fantasmagórico’, Eleanor obtuvo un grado con honores en psicología, seguido por una maestría, también laureada. Ahora, cuando aún escucha las voces (reaccionando eso sí de manera diferente), la psicóloga está completando un doctorado en Leeds.

Hasta hace poco la ciencia médica atribuía las alucinaciones a factores genéticos desconocidos que ‘condenaban’ a sus víctimas a la esquizofrenia o que las predisponían hacia semejante agravio. Esto está cambiando. Según la psicóloga Longden, ahora activista de un movimiento que promueve la aceptación natural de las ruidosas voces interiores, “una proporción alta de los millones de personas diagnosticadas con esquizofrenia no sufren de desbalances neuroquímicos o de errores genéticos sino que sus desvaríos se originan en abusos, frustraciones mayores, rechazos sociales u otras situaciones traumáticas”.   

La ocurrencia de visiones fantasiosas es mucho más común de lo reconocido. Nuestro cerebro tiene el diseño neuronal para generar tales experiencias y por ello soñamos con tanta claridad. Quizás los amigos imaginarios de los niños son mas ‘reales’ de lo que los adultos creemos. Igualmente, esta ‘anomalía natural’ bien podría ser la explicación neurológica de las ‘misteriosas’ apariciones de vírgenes, profetas, ángeles y fantasmas. Pronto lo sabremos.

Volviendo a la esquizofrenia misma, aún en los casos extremos como el del notable doctor John F. Nash, es en la aceptación de la ‘irrealidad’ de las visiones -¡qué paradoja!- donde radica el comienzo de la sanación. (¿Recuerdan la película “Mente brillante”?) Los dramáticos desvaríos del Nobel de Economía 1994 solo se le volvieron manejables cuando, como lo manifestó en una entrevista, “aceptó las voces de una forma más compasiva, no como síntomas sino como adaptaciones y estrategias de supervivencia –reacciones sanas a circunstancias insanas”.

 “La sociedad tiene un largo camino por recorrer antes de sacudir completamente los estigmas asociados con la esquizofrenia”, dice la futura doctora Longden. “Un punto de arranque es preguntar no ‘¿qué anda mal en usted?’ sino más bien ‘¿qué le ha sucedido?’” Y concluye que “tratar las ‘voces’ como síntomas, y no como experiencias, solo puede empeorar la condición.”  
Solo cada persona -el individuo mismo y no su analista- puede observar y sacar conclusiones confiables de lo que le sucede. El papel del profesional es ayudar, no juzgar. Las comunicaciones paciente-terapeuta siempre serán imprecisas. El ‘experto’ compara los datos recolectados con sus manuales de diagnóstico para extrapolar unos síntomas cuestionables hacia un dictamen que el afectado tiende a considerar definitivo. Su sufrimiento, ya intenso, se torna más grave y la entereza para contemplar imparcialmente sus estados mentales, no siempre presente, se hace más esquiva… Justamente cuando el afligido más la necesita.

Gustavo Estrada

gustrada1@gmail.com  

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