Monday, July 22, 2013

¿Necesitamos maestros espirituales?


No fue solo en la música donde los Beatles dejaron huella. Dada su celebridad, el viaje de los fabulosos de Liverpool a la India en febrero de 1968 para enclaustrarse unos días en el centro de retiros de Maharishi Mahesh Yogi fue el gatillo que disparó el interés por la meditación en occidente. Después de aquello, preguntas como “¿Tienes tu propio mantra?  ¿Cómo estás buscando la iluminación? o ¿Quién es tu gurú?” se volvieron pan diario en los círculos de los inconformes, los buscadores de la ‘verdad’ y, por supuesto, los ‘snobs’. Por unas semanas, el Maharishi se transformó, con gran beneficio para su movimiento, en el guía místico de los cuatro famosos muchachos.
Casi medio siglo después y ya siendo parte de la historia de la música, los Beatles suenan lejanos. La meditación, en cambio, está ahora más ‘in’ que nunca. Es apenas razonable que a los neófitos les asalte una sensata inquietud: ¿Necesitamos maestros espirituales? Las respuestas de la ciencia moderna y la de un sabio antiguo son ambas negativas.

La ola meditativa, creciente desde aquel distante febrero, ha generado en paralelo un mareaje científico igualmente interesante. Reconocidos los innegables beneficios de la meditación, la pragmática ciencia occidental, que no come cuentos abstractos, le metió pronto muela al análisis cuidadoso de lo que sucede en el cerebro de los practicantes. La onda investigativa se ha sostenido y la tecnología le ha facilitado hallazgos notables.

Mediante la aplicación de escáneres y tomografías a las cabezas de experimentados meditadores, los estudiosos han ubicado las regiones cerebrales que se activan o se aquietan durante los trances meditativos. Los ‘dóndes’ están identificados y las imágenes computarizadas han confirmado que la serenidad y el éxtasis de los meditadores en ‘acción’ (o, más bien, en inacción) son fenómenos físicos y cerebrales y no, de ninguna manera, metafísicos o espirituales.

Aunque los ‘porqués’ de los múltiples beneficios de la meditación no están todavía aclarados, los neurólogos sí han eliminado tanto el aura misteriosa de la meditación como el peso místico de los gurús. En la misma dirección ya había hablado el Buda, el desarrollador de la meditación de atención total, veinticinco siglos atrás.

Según una de las narraciones más conocidas de la literatura budista, los habitantes de algún lugar estaban confundidos con la multiplicidad de doctrinas divulgadas por los numerosos predicadores que allí llegaban. Cada mensajero presentaba su dogma como la verdad revelada para alcanzar la salvación mientras que las teorías de los demás eran enseñanzas falsificadas. Estando allí el Buda, un vocero improvisado de la audiencia le demanda un criterio claro para saber a quién creerle: “¿Cuáles de estos predicadores son honestos y cuáles nos engañan?”

La respuesta del Sabio fue tajante: “No se guíen por aquello que han escuchado muchas veces, sea por tradición, rumores, escrituras, especulaciones, inferencias o razonamientos; tampoco se rijan por el hecho de que este o aquel iluminado sea su maestro. Cuando ustedes sepan, por ustedes mismos -por experiencia directa-, que ciertas prácticas son provechosas y que cuando las cultivan conducen al bienestar y a la armonía, solo entonces ustedes deben seguirlas.”

La meditación continuada y perseverante conlleva, por sí misma, al bienestar y a la armonía que mencionaba el Buda. Un instructor que provea direcciones básicas y guíe al estudiante en sus primeras sesiones de meditación siempre resultará conveniente; esto llevará al principiante a la experiencia directa de los beneficios. Tal instructor, sin embargo, no debe crear dependencia alguna en el alumno. Después de unas cuantas clases, el estudiante ha de ‘volar solo’.

Instructor es quien instruye; maestro es quien, en este contexto, ‘amaestra’. El instructor ha de apoyar al aprendiz en el desarrollo de su capacidad de estar atento, a través de técnicas sencillas como la meditación de atención total.

El ‘maestro’ de doctrinas comerciales, en cambio, puede volverse perjudicial y convertirse en el ‘domador’ que busca ‘amaestrar’ al alumno en su culto. Los gurús tienen que evitarse. El ejercicio de la meditación ha de ser desinteresado y no debe perseguir la iluminación o necesitar mantras… Tampoco requiere de maestros espirituales.

 

Gustavo Estrada


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