No fue solo en la música
donde los Beatles dejaron huella. Dada su celebridad, el viaje de los fabulosos
de Liverpool a la India en febrero de 1968 para enclaustrarse unos días en el
centro de retiros de Maharishi Mahesh Yogi fue el gatillo que disparó el
interés por la meditación en occidente. Después de aquello, preguntas como “¿Tienes
tu propio mantra? ¿Cómo estás buscando
la iluminación? o ¿Quién es tu gurú?” se volvieron pan diario en los círculos
de los inconformes, los buscadores de la ‘verdad’ y, por supuesto, los ‘snobs’.
Por unas semanas, el Maharishi se transformó, con gran beneficio para su
movimiento, en el guía místico de los cuatro famosos muchachos.
Casi medio siglo después
y ya siendo parte de la historia de la música, los Beatles suenan lejanos. La
meditación, en cambio, está ahora más ‘in’ que nunca. Es apenas razonable que a
los neófitos les asalte una sensata inquietud: ¿Necesitamos maestros
espirituales? Las respuestas de la ciencia moderna y la de un sabio antiguo son
ambas negativas.
La ola meditativa, creciente
desde aquel distante febrero, ha generado en paralelo un mareaje científico igualmente
interesante. Reconocidos los innegables beneficios de la meditación, la pragmática
ciencia occidental, que no come cuentos abstractos, le metió pronto muela al análisis
cuidadoso de lo que sucede en el cerebro de los practicantes. La onda investigativa
se ha sostenido y la tecnología le ha facilitado hallazgos notables.
Mediante la aplicación
de escáneres y tomografías a las cabezas de experimentados meditadores, los estudiosos
han ubicado las regiones cerebrales que se activan o se aquietan durante los trances
meditativos. Los ‘dóndes’ están identificados y las imágenes computarizadas han
confirmado que la serenidad y el éxtasis de los meditadores en ‘acción’ (o, más
bien, en inacción) son fenómenos físicos y cerebrales y no, de ninguna manera,
metafísicos o espirituales.
Aunque los ‘porqués’ de
los múltiples beneficios de la meditación no están todavía aclarados, los
neurólogos sí han eliminado tanto el aura misteriosa de la meditación como el peso
místico de los gurús. En la misma dirección ya había hablado el Buda, el
desarrollador de la meditación de atención total, veinticinco siglos atrás.
Según una de las
narraciones más conocidas de la literatura budista, los habitantes de algún
lugar estaban confundidos con la multiplicidad de doctrinas divulgadas por los
numerosos predicadores que allí llegaban. Cada mensajero presentaba su dogma
como la verdad revelada para alcanzar la salvación mientras que las teorías de
los demás eran enseñanzas falsificadas. Estando allí el Buda, un vocero
improvisado de la audiencia le demanda un criterio claro para saber a quién
creerle: “¿Cuáles de estos predicadores son honestos y cuáles nos engañan?”
La respuesta del Sabio fue
tajante: “No se guíen por aquello que han escuchado muchas veces, sea por
tradición, rumores, escrituras, especulaciones, inferencias o razonamientos; tampoco
se rijan por el hecho de que este o aquel iluminado sea su maestro. Cuando
ustedes sepan, por ustedes mismos -por experiencia directa-, que ciertas prácticas
son provechosas y que cuando las cultivan conducen al bienestar y a la armonía,
solo entonces ustedes deben seguirlas.”
La meditación continuada
y perseverante conlleva, por sí misma, al bienestar y a la armonía que mencionaba
el Buda. Un instructor que provea direcciones básicas y guíe al estudiante en sus
primeras sesiones de meditación siempre resultará conveniente; esto llevará al principiante
a la experiencia directa de los beneficios. Tal instructor, sin embargo, no
debe crear dependencia alguna en el alumno. Después de unas cuantas clases, el
estudiante ha de ‘volar solo’.
Instructor es quien
instruye; maestro es quien, en este contexto, ‘amaestra’. El instructor ha de apoyar
al aprendiz en el desarrollo de su capacidad de estar atento, a través de
técnicas sencillas como la meditación de atención total.
El ‘maestro’ de
doctrinas comerciales, en cambio, puede volverse perjudicial y convertirse en
el ‘domador’ que busca ‘amaestrar’ al alumno en su culto. Los gurús tienen que
evitarse. El ejercicio de la meditación ha de ser desinteresado y no debe perseguir
la iluminación o necesitar mantras… Tampoco requiere de maestros espirituales.
Gustavo Estrada
Autor de ‘Inner Harmonythrough Mindfulness Meditation’
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