Aún no había visto la luz la quinta edición del Manual de
diagnóstico y estadística de los trastornos mentales (DSM por su sigla parcial
en inglés), cuando la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA en inglés)
que lo produce y promueve ya estaba recibiendo acerbas críticas. El más
punzante de los ataques es la ausencia en el nuevo documento de conexión alguna
entre problemas mentales y biología.
¿Por qué los
participantes en un trabajo tan monumental (mil quinientos expertos de la salud
mental, catorce años de trabajo, casi mil páginas, 124 dólares) parecen haber
cerrado los ojos a la ciencia moderna? La primera razón es sencilla: Los
paradigmas mentales nos enceguecen y nos resistimos a cambiarlos. La dicotomía entre
mente y cuerpo, el paradigma de turno, está demasiado arraigada en nuestra
cultura y no queremos reconocer que nuestra consciencia y
nuestra razón son expresiones de fenómenos físicos, y no de alguien o algo
fuera de nosotros. La segunda es más compleja: Se sabe ya bastante de la relación
entre comportamiento y biología pero no suficiente para sacar conclusiones generalizables
o definitivas.
El vocablo griego ‘psyche’ significa alma, espíritu,
mente, soplo de vida… De ‘psyche’ proviene ‘psiquiatría’, que literalmente significa
‘sanación del alma’. La psiquiatría tiene menos de doscientos años; las
creencias metafísicas y los rituales religiosos tienen la edad de la historia. Hasta
no hace mucho las enfermedades mentales eran consideradas males sobrenaturales
o posesiones demoníacas, esto es, verdaderas dolencias del alma. El origen de
la demarcación entre mente y cuerpo, que originalmente debió ser entre espíritu
y materia, se pierde en los anales del tiempo.
El DSM (desde el DSM-1
de 1952) busca proporcionar un lenguaje común y unos criterios uniformes para
la clasificación metódica de los trastornos mentales. La complejidad del asunto
es enorme y desafortunadamente creciente: el DSM-1 comenzó con 100 desórdenes;
el DSM-5 va en 300. Este compendio es biblia de consulta en Estados Unidos para
médicos, pacientes, padres, farmacéuticas y aseguradoras; por extensión, su influencia
a nivel mundial es también sustancial.
Décadas atrás era aceptable y sensato que, para definir y
delimitar de desórdenes mentales, los psiquiatras se rigieran por los patrones
de comportamiento de los enfermos. Los problemas ‘invisibles’ de la mente se
clasificaban entonces por las conductas anómalas notorias y ‘visibles’ ejecutadas
por el ‘cuerpo’ de los enfermos. Los psiquiatras diagnosticaban entonces con
los síntomas pero carecían de exámenes de laboratorio que respaldaran sus
conclusiones.
Los avances médicos, tanto en equipos para escanear
cuerpo y cerebro como en la comprensión del funcionamiento de nuestro
organismo, han cambiado la situación. Los especialistas poseen ahora cuantiosa información
acerca de los cuerpos cuya mente se desordena -del cerebro donde la tecnología
de imágenes ‘dibuja’ la enfermedad y del diseño genético donde podrían
encontrarse las raíces del mal-. Los fundamentos biológicos de los desórdenes
mentales están comenzando a entenderse y los trastornos de la cabeza, escondidos
entre billones de neuronas o millares de genes, pueden relacionarse con las
imágenes cerebrales o con las variaciones genéticas de los afectados
La APA acepta las críticas recibidas y reconoce las
limitaciones del manual actual. "Sería excelente si hubiéramos sido
capaces de tener un cambio de paradigma para basar el diagnóstico de los trastornos
mentales en la biología, como esperaba hacerse cuando se inició el proyecto del
DSM-5”, expresó el doctor Jeffrey Lieberman, presidente electo de la APA. “Pero
la ciencia no ha llegado a tiempo y el DSM todavía no puede reflejar la
investigación en curso", agregó el decano de psiquiatría de la Universidad
de Columbia.
¿Desaparecerá la dicotomía mente-cuerpo? Jamás. ¿Evolucionará
el DSM? Definitivamente sí o será reemplazado por otro documento. ¡Qué mala
fortuna enfermarse de la cabeza en medio de la actual confusión entre trescientas dolencias y la desconexión
entre comportamiento y biología!
Ojalá la cordura me
acompañe hasta mi cremación o, al menos, hasta cuando rediseñen el DSM. En todo
caso, por si se me van las luces antes de que ello ocurra, he dejado
instrucciones expresas para ‘mi’ psiquiatra prohibiéndole la utilización del
DSM en el diagnóstico de mi desequilibrio.
Gustavo
Estrada
Autor de ‘Inner Harmony through Mindfulness Meditation’
Autor de ‘Inner Harmony through Mindfulness Meditation’
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