La longevidad y los prodigios de la
ingeniería genética promueven la investigación seria del envejecimiento; los
intereses comerciales alrededor de cualquier producto o terapia que pudiera
hacernos vivir más tiempo desvían tal investigación hacia técnicas difusas e
imprecisas con respaldo científico dudoso. Aunque la duración promedia de los
humanos ha aumentado muchísimo en las últimas décadas, las expectativas
‘matusalénicas’ que se están ofreciendo en el mercado son bastante
infundadas.
Los factores determinantes de la
longevidad se agrupan en tres grandes áreas. La primera, la más sencilla
para estirar los años y sobre la cual tenemos el mayor grado de control, es
nuestro estilo de vida. Aquí aparecen, entre sus componentes más importantes, la
clase de alimentos que consumimos y la cantidad de ejercicio físico y mental que
practicamos.
El entorno, la segunda área, con un
margen de control apenas moderado, es el ambiente en el cual se desenvuelve
nuestra existencia, desde el mismo vientre materno hasta la última exhalación.
Entre los elementos cruciales del entorno figuran los riesgos a los cuales
estamos expuestos, las condiciones sanitarias en que vivimos, y las precauciones
contra epidemias, accidentes y desastres.
La genética, la tercera área, sobre la
cual tenemos mínimo control, se relaciona con el ADN, nuestro código genético,
que influye en nuestra duración de mil maneras y puede acortarnos la existencia,
por ejemplo, ‘programándonos’ hacia algunas enfermedades hereditarias,
predisponiéndonos hacia características indeseadas (como la obesidad), o
dotándonos de un frágil sistema autoinmune.
El promedio global de vida ha aumentado a
pasos agigantados en las décadas recientes. Entre 1970 y 2010, según estudios
detalladísimos de la Universidad de Washington, dirigidos por el doctor Christopher Murray, la expectativa de vida al nacer subió 12.1 años (hasta 73.3) para las mujeres y 11.1 años (hasta
67.5) para los hombres. Si esta tendencia se sostiene, la existencia
esperada de los actuales bebés se está alargando siete horas por día y en el
2030 podríamos tener en el planeta más de un millón de centenarios. Estas
proyecciones y los avances de la biología molecular están abriendo campo a los
especuladores de la ‘inmortalidad’ para ofrecer ilusiones de ‘senectud
extendida’ como fuentes de ‘juventud eterna’.
Los aumentos dramáticos en la longevidad
global provienen, en realidad, de mejoras notables en los componentes del
entorno, particularmente en el control de las enfermedades infecciosas, la
disminución de la desnutrición y la reducción de la mortalidad infantil, en las
regiones menos desarrolladas. Entre 1970 y 2010, en el Perú, Irán y Bangladesh
la expectativa de vida subió dos décadas mientras que en los países más
adelantados aumentó tan solo cinco años.
Agotados o descartados el estilo de vida
y el entorno, las expectativas para el estiramiento vital se centran entonces en
la genética. Con la nanotecnología a nivel molecular, los científicos podrán
eventualmente alterar los genes específicos del envejecimiento; jugando con
ratoncitos de laboratorio, ya ellos han logrado prolongar en un veinte por
ciento su duración. ¿Funcionará igual en el ‘Homo sapiens’? De los roedores a
los humanos hay un largo y complejo trayecto por recorrer; sobre su formidable
longitud y dificultad la mayoría de los científicos son muy
cautelosos.
No así los ultra-optimistas y los
oportunistas. El gerontólogo teórico Aubrey De Gray, director científico de una fundación dedicada
a la búsqueda de terapias genéticas que supuestamente limpiarán la ‘basura’
celular que causa el envejecimiento, es uno de los más lanzados.
Este inquieto inglés (y con él otros)
sostiene que la primera persona que vivirá ciento cincuenta años ya está viva.
Por supuesto que Aubrey De Gray no alcanzará a enorgullecerse de su pronóstico,
si se cumple, ni podrá explicar su error, si está equivocado; él sí, en cambio,
al igual que muchos otros negociantes de la inmortalidad, va a morir bien
adinerado, considerando las numerosísimas personas dispuestas a dilapidar sus
ahorros con el anhelo de alargar su vida, así lleguen pobres y decrépitas a la
tumba.
Gustavo Estrada
Autor de Hacia el Buda desde el occidente
Autor de Hacia el Buda desde el occidente
gustrada1@gmail.com
3 comments:
Anote aquí su comentario al artículo “Longevidad en alza”. Gracias.
Gustavo:
Excelente articulo.
Un Abrazo,
Gonzalo
y para qué, si a los 42 ya se busca la salida de los viejos insevibles en las empresas donde cada día eliminan más planes de jubilación y los contemporáneos empiezan a bajarse, o bajarlos, del bus como FAO, Carlos Arenas/Pizarro/De Greif/Trujillo,
Reinaldo Cabrera, LC Galán y R Lara, mientras queda Petro..."hay qué vidita tan larga" decía mi suegra
Post a Comment