Saturday, September 15, 2012

La importancia variable de las cosas *


La apreciación de algunas cosas sube y baja con el tiempo; la de otras está siempre arriba y la de unas terceras, siempre abajo. En este último grupo se encuentran los residuos de la digestión humana que han tenido, en todos los tiempos y en todas culturas, una constante connotación negativa. Pues se va a acabar la mala racha de los excrementos porque se están volviendo médicamente importantes, muy importantes.  

Expliquémonos. A los científicos que calculan todo (las células en nuestro cuerpo, las estrellas en la Vía Láctea, las galaxias en el universo…) les dio también por contar las bacterias que llevamos con nosotros; su cómputo es la friolera de cien millones de millones (un diez seguido por trece ceros) de ‘inquilinitos’, que viven en nuestra anatomía y no nos pagan arriendo. Esta cifra es tan descomunal que supera en diez veces el número de nuestras propias células; en unas ‘elecciones democráticas’ de nuestro organismo los inmigrantes ilegales nos barrerían, suponiendo que nosotros somos nuestras células y que las bacterias conforman el partido de los ilícitos.

¿Dónde habitan estas colonas? Por todo el cuerpo: intestinos, pulmones, sistema reproductivo, piel, boca, ojos… La sumatoria de estos bichitos se conoce como microbioma, expresión esta que, aunque no aparece todavía en el Diccionario de la Academia, está de moda en los medios y, en particular, en las revistas especializadas. La gran mayoría de estos comensalitos (más de mil especies) constituye nuestra flora intestinal. 

Las universidades están examinando a fondo las bacterias invasoras e investigando exhaustivamente la forma cómo interactúan con nuestra fisiología. De manera simplista, la medicina consideraba antes que ciertas bacterias causaban diarreas y otras enfermedades infecciosas y que, destruyendo a las causantes, la molestia desaparecía.

El asunto no es tan sencillo y la mayoría de las bacterias no son malas. La ciencia está descubriendo que los desbalances en el ecosistema microbiano, ocasionados por los antibióticos y la mala alimentación, son causa de trastornos mucho más serios que van desde obesidad y diabetes hasta enfermedades cardíacas y asma.

El trasplante de materias fecales, uno de los experimentos utilizado con éxito para corregir el desequilibrio intestinal, es la causa de la creciente importancia de los excrementos. Los exámenes coprológicos se hacían antes para detectar la presencia de parásitos dañinos (amibas, tricocéfalos, lombrices, etc.) en los pacientes enfermos. Muy pronto, vaticino yo, comenzarán a efectuarse en las personas aliviadas para verificar la ausencia de bichos malignos y sacar provecho de sus excrementos sanos. Veamos la forma de hacerlo.

El ‘Clostridium difficile’, a manera de ejemplo, es una bacteria que ocasiona una diarrea incontrolable y que, en Estados Unidos, mata anualmente catorce mil personas. El doctor Mark Mellow del Centro Médico Bautista de Oklahoma City, ha tratado con éxito decenas de pacientes afectados por este microbio mediante enemas que contienen heces de personas saludables. La flora buena transferida con estos enemas toma rápido el control del intestino enfermo y el ‘Clostridium’ malo deja de ser ‘difficile’. El tratamiento contra el ‘Clostridium difficile’ es el ejemplo estrella de lo que podría hacerse para restaurar los desequilibrios del microbioma; de aquí proviene el inusitado interés en los residuos fecales.

Con el fino humor característico de los ingleses, la revista ‘The Economist’ dice que los traspasos de defecaciones son en verdad un enfoque bastante crudo pero que, dejando de lado el factor ‘uuuuggghhh’, son millares de veces más sencillos que un trasplante de riñón o corazón. El potencial de este procedimiento fecal y de otros similares que vendrán es pues extraordinario.

¿Comprenden ahora porque sostengo que los excrementos se van a volver importantes? Es probable que en el futuro cercano la expresión ‘usted es una m…’ deje de ser ofensiva y para muchos enfermos una buena m… sea un gran motivo de alegría.

 

Gustavo Estrada

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