Tan comunes son los infartos coitales de los infieles matrimoniales
que la Universidad de Florencia resolvió buscarle claridad al asunto. Considerando
lo difícil que es conectar adulterios con cardiopatías en un laboratorio, los florentinos
decidieron más bien comenzar con un meta-análisis, esto es, un estudio
estadístico de las otras muchas investigaciones que ya hayan sido publicadas sobre
el mismo tema.
Aunque los cadáveres estudiados en estos exámenes fueron relativamente
pocos, las evaluaciones médicas de los romances fúnebres han sido abundantes. Por
ejemplo, los japoneses analizaron 34 difuntos en 1963; los surcoreanos catorce
en 2006; y en este mismo año los alemanes, en la Universidad Goethe de
Frankfurt, valoraron 68 infartados.
Cuatro conclusiones fueron claras: (1) Los ‘coitus
interruptus’ inesperados y fatales tienen origen cardiovascular; (2) tales
episodios son frecuentes entre los adúlteros; (3) los ataques cardíacos son muy
raros durante el sexo matrimonial corriente; (4) el sexo extramarital puede, en
verdad, matar pero la carencia de datos acerca de los numerosísimos parranderos
que sí sobreviven a sus travesuras no permite estimar porcentualmente el riesgo
real de las escapadas.
Como los muertos no son interrogables, la Universidad de
Florencia decidió profundizar sus conclusiones recogiendo información de casi
mil setecientos infieles activos. Estos “honestos” varones, me imagino que con
ánimo de contribuir a la ciencia, revelaron (a los encuestadores, no a sus
esposas) que ellos, en la época de las entrevistas, sostenían relaciones
extramaritales estables y que, por supuesto, aceptaban someterse a los chequeos
cardíacos de rigor. El resultado fue alarmante: La incidencia de enfermedades
cardiovasculares entre estos confesos pecadores fue el doble de la promedia típica
de los fieles inocentes. (Sus razones tuvo pues el Creador para decretar su
sexto mandamiento).
¿Por qué se infartan los adúlteros cuando están en
acción? No hay unanimidad en la respuesta. La doctora Alessandra Fisher, la
autora principal del estudio italiano, sugiere que el sexo extraconyugal
conlleva riesgos y exigencias, pues la amante, casi siempre más joven que el
traidor, puede demandar una faena bastante atlética. Adicionalmente, según la
doctora Fisher, “un encuentro sexual secreto, en un lugar extraño, tiende a
subir la presión arterial y el ritmo cardíaco, aumentando así las necesidades de
oxígeno y causando insuficiencia de aire”.
Las penurias de las sobrevivientes estuvieron fuera del
alcance de la evaluación florentina. A ellas, protagonistas y testigos, les toca
relatar hechos, torear comentarios, rendir declaraciones e inventar cuentos. No
son solo los varones quienes han de tomar precauciones en los idilios
extraconyugales; estoy seguro de que las chicas alegres, que conozcan los
riesgos del ajetreo identificados por esta investigación, también van a tomar cartas
en el asunto.
Así que, amigo casado, si un juvenil prospecto de
conquista le interroga con insistencia acerca de su corazón, la muchacha no
está verificando si su artefacto sentimental está palpitando de pasión por ella.
¡No se haga ilusiones! Lo que la informada jovencita quiere conocer específicamente
es su presión arterial, el estado de sus coronarias y su nivel de colesterol.
Bajo ninguna circunstancia, su amiga querrá arriesgarse a
repetir, por el bien suyo y el de ella, la tragicomedia que encabeza esta nota.
En semejante situación, de eso también está consciente, ella no sabría si
acudir a la policía, huir de la escena, trasladar el cadáver a la clínica, o avisar
a la familia del difunto. Por tanto, la preguntona coqueta, dependiendo de sus
respuestas, podría buscarse otro galán más saludable o que, al menos, no tenga
compromisos y no necesite esconderse tanto.
Gustavo Estrada
Autor de ‘Hacia el
Buda desde el occidente’
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