La moral -la bondad o
maldad de un evento- no está en el acto mismo y casi nunca depende del hecho
escueto. “No existe nada bueno ni malo; es el pensamiento humano el que lo hace
aparecer así,” dijo Hamlet. De esta subjetividad proviene el éxito del dilema
del tren, el experimento mental que desarrolló la filósofa de la ética Philipa
Root en 1967, para ‘jugar’ con conjeturas irrealizables. Esta nota gira
alrededor del dilema del tren y de Álvaro Uribe, ángel y demonio permanente en
la escena política colombiana reciente.
El dilema del tren es un
recurso de la imaginación que, mediante la generación de circunstancias
ficticias, nos permite especular sobre la bondad o maldad de ciertas acciones
en situaciones hipotéticas. Miremos las dos variaciones más comunes de este
juego mental, en las cuales una locomotora corre descontrolada por una vía
donde trabajan cinco obreros quienes, ignorantes de la amenaza, morirán
inevitablemente.
En el primer escenario,
usted está en una cabina desde la cual, accionando un botón, desviará el tren
hacia otra carrilera, en la que labora solo un obrero quien, por supuesto,
perderá la vida a cambio de la de los otros cinco operarios. ¿Oprimiría usted
el botón? En un estudio de Harvard, nueve de cada diez interrogados contestaron
afirmativamente pues así se salvarían cuatro vidas.
En el segundo escenario,
usted está en un puente peatonal, por debajo del cual pasará la misma
locomotora, y allí también se encuentra un obeso descomunal cuyo enorme peso
sería suficiente para detener la máquina o descarrilarla. ¿Empujaría usted al
gordo? A pesar de que el canje de vidas es idéntico (un muerto versus cinco
sobrevivientes) esta vez solo una de cada diez personas dijo que sí lo haría.
¿Qué tiene que ver esto con
Álvaro Uribe, cuyos devotos seguidores lo adoran mientras que sus acérrimos
detractores lo abominan? No hay aguas tibias ni opiniones intermedios alrededor
de este político. Repasemos primero un poco de historia.
Cada año, entre 1999 y
2002, ocurrieron en Colombia, centena más, centena menos, 28.000 asesinatos y
3.000 secuestros. Después del primer gobierno de Uribe estas cifras
descendieron, entre 2007 y 2010, a 16.500 asesinatos y 390 secuestros, también
promedios anuales. Esto significa que, en los cuatrienios comparados (2007-2010
contra 1999-2002), 46.000 personas (11.500 anuales) no perdieron su vida en
asesinatos y 6.440 (1.610 anuales) no perdieron su libertad.
No todas las noticias
alrededor del líder antioqueño son positivas. Para promover la efectividad de
las acciones que combatían a guerrilleros, paramilitares, narcotraficantes y
demás delincuentes, el gobierno creó unos premios por ‘bandido controlado’ que
fuera ultimado en combate o capturado. Estos incentivos se salieron de control
y llevaron a numerosas ‘ejecuciones extrajudiciales’ de personas inocentes,
presentadas luego como insurgentes. Los uribistas hablan de casos aislados; los
antiuribistas sostienen que fueron más de mil cuatrocientos.
Además de los éxitos en
seguridad, Uribe obtuvo otros notables logros durante sus ocho años. Sin
embargo, también muchas otras manchas oscurecieron su gobierno: Los hijos del
ejecutivo se enriquecieron desmesuradamente; los programas gubernamentales de
fomento agrícola favorecieron a quienes no los necesitaban; las intervenciones
telefónicas acabaron con la vida privada de muchas personas…
¿Cómo ayuda el dilema del
tren a entender la polarización de la opinión alrededor del controvertido
caudillo? Invito a los lectores a que respondan las preguntas de los escenarios
arriba descritos. Para sus seguidores, digo yo, Uribe solo oprimió botones que
generaron muertes en un lado y salvaron vidas en otro. Dado que pocos tienen
reservas sobre la moralidad de tal acción, ellos respaldan incondicionalmente a
su jefe.
Para los enemigos de Uribe,
también digo yo, este nunca hundió botones para manipular rieles sino que
asesinó gordos inocentes, quienes nunca supieron por qué los mataron. Como
porción del noventa por ciento que jamás empujarían a alguien a la muerte, los
antiuribistas, ‘dueños de la moral’, odian a quienquiera que se atreva a
hacerlo.
Las polarizaciones
políticas son frecuentes y los medios contribuyen a radicalizarlas. El dilema
del tren es apenas una invitación a reflexionar que puede llevarnos, en casos
como el colombiano, hasta eventos muy reales y muy tristes, cercanos a las
ficciones más hipotéticas.
Gustavo Estrada
www.harmonypresent.com
3 comments:
Por favor, anímense a responder las dos encuestas que se encuentran en la columna derecha y a escribir aquí sus comentarios. Gracias.
Gracias Gustavo por tu invitacion tanto a leer como a votar y ambas cosas hice.
Interesante tu analisis y en mi opinion es muy neutral e imparcial tu postura frente al hombre publico conocido como Alvaro Uribe, y pienso que si conocieras o tuvieses informacion sobre su vida privada (la cual no deberia interesarnos))tendrias una opinion muy similar, ya que partes de un principio de filosofia etica no muy aceptado ni conocido que se resume en un antiguo proverbio chino que dice: "lo bueno es lo que sucede".
Seria mas interesante aun si nos compartieras esta misma opinion acerca de otros personajes colombianos como Garcia Marquez, Fernando Vallejo, Ingrid Betancourt, Piedad Cordoba,o extranjeros como Hitler, Stalin y Einstein (de quien afirman que abandono en un hospicio a su primera hija con Milena Maric, nacidida antes de casarsen)
Considero que es un intento de imparcialidad estrepitosamente fallido. Muestra una visión edulcolorada de la figura de Uribe, aportando datos supuestamente negativos, de acciones de las que no es directamente responsable. Ello solo consigue matizar la visión acerca de sus encomiables acciones para la seguridad y prosperidad del país. No se mencionan los datos referidos a su vinculación directa con el paramilitarismo y el narcotráfico. Datos con respecto a los cuales el autor puede tomar posición con respecto a su verosimilitud pero que al no mencionarse, dan muestra de una contundente parcialidad. Para las personas que le dan verosimilitud a los datos de su vinculación con el paramilitarismo, basados en muchísimo más que rumores, la figura de Uribe sobrepasa con creces el nivel de corrupción de los políticos tradicionales y es directamente un criminal. De ahí que el análisis del tren también sea erróneo. Mucha de la gente de los que el autor llama antiuribistas , no es que consideren que empujo a la muerte a un gordo para salvar a 4 personas, sino que empujo a la muerte a muchos gordos, flacos, enanos y lo que fuera que se interpusieron a sus intereses personales legitimándolos con la escusa de salvar vidas y atacar a la guerrilla, cosa que también hizo y que puede considerársele un mérito. En definitiva me parece que el artículo no aporta nada rescatable, quizás se evidencia la extrema dificultad o imposibilidad de la imparcialidad y ante esa dificultad es más conveniente ser consciente de las propias parcialidades y no pretender estar por encima de los demás con una capacidad de imparcialidad que no corresponde.
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